Al llegar a Japón me siento asustada sin saber lo que me espera, pronto veo un letrero que dice mi nombre.
- ¿Es usted el señor Masashi?
- Sí, me imagino es usted Mary.
- Así es, encantada de conocerle.
- Igualmente, venga la llevare a la residencia.
El Señor Masashi me transporta por las caóticas calles de Tokio, mientras me comienzo a emocionar, pero a la vez el miedo que sentí cuando llegue continúa ahí, es una mezcla extraña entre miedo, emoción y nervios.
- Es aquí – dice, mostrándome un edificio departamental muy elegante de diez pisos – Hay diez departamentos en cada piso a excepción del primero, ahí solo hay uno que es donde vive mi… bueno nuestro jefe, vamos.
Entramos al departamento que es enorme, la estancia arreglada con muebles de fina madera, unas bellas cortinas de terciopelo rojas, puedo ver a la izquierda la cocina, a la derecha se ve la sala, así como tres puertas alrededor de ella, frente de mí esta un comedor rústico y al fondo una puerta corrediza que lleva a lo que parece un pequeño jardín.
- Señorita por aquí – me conduce a la puerta más cercana al jardín – esta es su recámara, la dejo para que descanse.
- Gracias – la recámara es muy grande, tiene baño propio y un closet.
Comienzo a guardar mis cosas, mientras escucho Anata y nuevamente siento la emoción que sentí la primera vez que fui a un live de L’ arc en ciel, comienzo a corear “Mune ni itsu no hi ni mo kagayaku, anata ga iru kara, namida karehatetemo tuisetsu na anata ga iru kara”
- Qué bonito cantas – escucho una voz muy profunda, que me hace sentir un extraño escalofrío en todo mi cuerpo.
Me doy la vuelta y… ¡No puede ser!
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