Mis ojos se abren muy sorprendidos, comienzo a temblar de pies a cabeza, siento calor en mis mejillas lo cual es indicativo que me he sonrojado.
- Hola Mary, lamento haberte asustado.
- Hy…de- es lo único que mis labios pueden pronunciar.
- Ese es mi nombre, no sabía que te habían dicho quién soy.
- No… me dijeron- siento que no puedo respirar, trato de controlarme, aunque me resulta casi imposible.
- Hyde me regala una sonrisa muy dulce.
- Bueno dejo que te instales, estaré en el jardín.
Solo muevo la cabeza afirmativamente estoy a punto de desmayarme.
No lo puedo creer ¿voy a trabajar para Hyde? Las palabras de mi jefe “cuando lo conozcas te sorprenderás mucho” él sabía mi admiración a Hyde, ahora comprendo porque dijo eso, por eso no me dijo más, quería sorprenderme y lo logro. ¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer? Si las chicas de la comunidad de la galleta estuvieran aquí me dirían “viólalo, que te de duro contra la pared” pero, aunque ese ha sido un deseo oculto durante años, en este momento no aplica para la situación.
Dejo pasar alrededor de 15 minutos y trato de asimilar esto: es momento de salir, tengo que afrontar la realidad, debo armarme de valor, cualquier chica desearía estar en mi situación y yo aquí asustada, debo ser profesional, aunque me muera de los nervios.
Salgo decidida…
- Disculpe la tardanza – digo con voz temblorosa.
- Háblame de tu, ven siéntate – dice Hyde.
Camino despacio y me siento cerca de él, aún estoy muy nerviosa y sonrojada. Pongo mis manos sobre mis rodillas y agacho un poco la mirada… aun no puedo mirarlo directamente.
- Estuve meditando y creo que es conveniente que vivas aquí conmigo, ya que no conoces Tokio y no me agradaría te perdieras ¿estás de acuerdo? – mientras me guiña un ojo, lo cual hace que me sonroje aún más.
- Si está bien – respondo aún más nerviosa que antes, vivir en la misma casa que Hyde es algo que nunca ni en mis sueños más locos esperé.
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